No suelo recordar ninguna de mis reflexiones etílicas, bien sea por la cantidad de neuronas asesinadas durante el proceso, por la seriedad de la ingesta, o por falta de interés, pero recuerdo extrañamente que justo en mi última visita al pavimento me replanteé ( para desechar la idea 60 segundos después) que quizás debería dejar de emborracharme los sábados, y que quizás debería dejar las drogas y no seguir esperando que sean ellas las que me dejen a mí.
Una vez me dijeron que la mayoría de gente considera que las drogas te impiden ver la realidad "tal y como es". Y que toda esa gente se equivoca y es tan cobarde que es incapaz de afrontar que la drogadicción nos hunde y nos humilla como lo hace la vida, que es necesario experimentar la destrucción -cuando no llevarla a cabo totalmente- para ser consciente de lo triste que es el mundo. Es una forma muy poética de verlo.
Luego, claro, está la verdad, una teoría un poco más deslucida; que la gente se droga simple y llanamente para evadirse del tedio.
El verdadero cancer del siglo XXI no es la tristeza ni la maldad, es el aburrimiento.
Y eso, es exactamente lo que somos... un puñado de jóvenes aburridos, con pupilas dilatadas.
Ponme la última.
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¡oh, sí!
ResponderEliminarautodestrucción y redención
¡muera el aburrimiento!
ResponderEliminarLa realidad es una sola, el aburrimiento es tema aparte. No me drogo por aburrido, me drogo porque la fiesta esta aburrida.
ResponderEliminarEvademe, Buñu.
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