lunes, 19 de enero de 2015

Cuestión de curvas.

Es algo en lo que no había reparado hasta ahora. Pero meditándolo bien, me doy cuenta de que nuestra relación es cosa de curvas. 

Hablo de la curva de tu espalda o la de mis caderas, Del arco de la distancia. La curva de tu ceja levantada ante alguna de mis insolencias. El sinuoso camino de tu casa a la mía. La curva de la felicidad amasada a base de cervezas. La que dibujas en mi cara los días pares. La curva que se sale del mapa, la que destroza todos los gráficos cuando me miras, cuando me hablas, cuando me besas.

También me refiero a la curva que doblega nuestra columna a causa del peso. En días como hoy desearía aligerar tu mochila y trazar una línea recta para ti. De momento, son solo bocetos. Y tiraremos muchos a la basura. Pero toda gran casa se diseñó a partir de un garabato. Y el camino más recto no siempre es el más directo. 




(Porque persigo la felicidad y porque creo con firmeza y arrogancia que ésta tiene tu nombre: jamás aceptaré que un puñado de furia y kilómetros nos prive de ella.)

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