Politicamente destinada a fracasar, decodificada y regurjitada por la cultura oficial a la que desafía, la contracultura, como hecho crítico, no tiene mayor efecto que el conseguido por el surrealismo y/o situacionismo: sobrevivir como objeto de estudio.
El sistema del hombre la hizo suya, empleándola para sus propios propósitos, comercializándola como una cápsula milagrosa, un oráculo de un mundo mejor.
Ya lo dijo Marcuse, lo que arrojas contra el capitalismo, éste no sólo te lo devuelve, sino que encima te lo vende.
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