Se llama Kristof. En mi visita a Madrid hace unos meses fuimos amigos durante diez minutos.
Me contó que llevaba haciendo sonar esas copas de la foto durante quince años. Se fue de Hungría, su país, hace más de veinte, y todo el dinero que reune va destinado al viaje de vuelta y a lo que será su nueva vida allí.
Tres calles más arriba de la esquina que él ocupa hay un Starbucks, donde un montón de españoles beben café en vasos de plástico y comen galletas gigantes con mantequilla de cacahuete, intentando ser americanos. Mientras Kristof, sigue montando su mesa en el rastro y bebiendo el café en termo, con la esperanza de volver a encontrar sus raíces.
Espero que después de todo no se encuentre con demasiados starbucks cuando vuelva a Hungría...
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¡Suerte para Kristof!
ResponderEliminarAunque no creo que la necesite con unos huevos tan gordos y un nombre tan chulo.
salud
sigo pensando que el interrail no nos lo quita nadie.
ResponderEliminarMuchacha, me encanta tu capacidad para rodearte de gente interesante.
(L) U