Intentar odiarte es como intentar
que Jim Morrison cante una canción que no me guste.
Ayer, olvidé por un momento la importancia de las formas. Quizás debiera haber interpretado las señales
en el momento que dejamos de felicitarnos los aniversarios. ¿Desinterés o evolución natural? Puede que crecer sea eso. Darte cuenta de que lo importante no es comprar la tarta, sino tener la certeza de que ni con toda la fuerza del mundo serán capaces de soplar nuestra vela.
Aun con todo eso, como sé que
eres un amante de la tradición y la ceremonia, hoy vuelvo a escribir, solo para
ti. Con la seguridad de que cuando termines de leer estas líneas habrás separado levemente
las cejas que hasta ahora tenías fruncidas. Luego sonreirás un poco, así en
plan cómplice. Tampoco mucho, para que no se me olvide que eres un público
exigente, de los que aplaude solo una vez al final del espectáculo, y nunca
pide bises.
Intuyo, ya que hablamos de espectáculos, que anoche no debió gustarte
la función demasiado, y es que apenas nos despedimos. Pero volviste a demostrar que aunque la fama
te preceda, el orgullo es cosa tan tuya como mía. Yo lo practico desde la
sombra, pero tú, amante avispado, ya te has dado cuenta de ello. Así que agachas
las orejas, y me mandas el mensaje conciliador primero.
Bien, ésta ha sido mi humilde respuesta.
Perdona si me he extendido, pero todo mi amor no cabía en 160 caracteres ;)